El primer día de la semana, al amanecer, cuando aún estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada. Fue corriendo a donde estaba Simón Pedro con Juan, el discípulo preferido de Jesús, y le dijo:
-Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Pedro y Juan salieron para el sepulcro. Los dos corrían juntos pero Juan se adelantó y llegó primero; asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, pero no entró. Simón Pedro llegó detrás, entró en el sepulcro y vio las vendas en el suelo; el sudario en que le habían envuelto la cabeza no estaba en el suelo con las vendas, sino enrollado aparte. Entonces entró también Juan y, al ver aquello, creyó, porque hasta entonces no habían entendido lo que dice la escritura: que tenía que resucitar de la muerte.
Juan 20, 1-10
Mors Mortem Superavit